FAQ-13 ¿Por qué los alters tienen nombre? ¿Cómo sabes sus nombres?
Pregunta: ¿Los alters tienen su propio nombre? ¿Tienen que tenerlo? ¿Cómo sabes los nombres?
Respuesta: Una de las cosas que caracterizan a las partes disociadas en el TID es el grado de elaboración distinta, como el nombre. Aunque no todos los alters vienen con nombre.
Los nombres son parte de la elaboración que les permitió entenderse en un contexto en el que son alguien, pero no el mismo alguien. Son una consecuencia natural de la separación que sucede casi sin saber lo que se está haciendo.
¿De dónde vienen los nombres? Algunos «solo lo saben».
Así como no recuerdas el momento en el que tus padres te dijeron cuál era tu nombre, muchos alters no saben por qué se llaman como se llaman. Pueden aparecer ya sabiendo su nombre, su edad y su apariencia. Otros son más graduales y se van definiendo lentamente. Esto depende de muchos factores.
Es normal también que haya alters que se identifiquen más con algo descriptivo como «La que llora» o «El hombre viejo».
El sistema o el mismo alter pueden decidir adoptar un nombre cuando aún no identifican uno, pero ya lleva tiempo existiendo como entidad separada. Los nombres pueden ser importantes, por ejemplo, para eliminar descripciones peyorativas como «la agresiva», «la puta» o «la niña mala», y eliminar el auto-estigma y la auto devaluación.
También llega a ser necesario cuando el sistema es muy numeroso y es poco práctico solo asignarles un número. Todo depende de las necesidades de cada sistema, no siempre son necesarios los nombres propios para cada sistema y para cada parte del sistema.
Compartimos un comentario del Dr George Blair West, psiquiatra de Jeni Haynes:
Nombrar a los alters ha sido un poco controvertido. Es quizás, la razón principal por la que, durante un tiempo, hasta que se comprendió mejor la relación de la disociación como derivada del trauma, se acusó a los terapeutas de “crear” el TID. Jeni, para sus propósitos, no necesita nombres. Algunos, como Gabrielle, Erik y Maggot tenían nombres de todas formas, pero la mayoría no. En terapia, no podemos llegar muy lejos sin un nombre. Es un ejemplo de por qué, sin diagnosticar ni comprender el TID, el tratamiento es completamente ineficaz. Si no sabía los nombres de los alters, no sabía con quién estaba hablando y trabajando. En la terapia «normal», se resuelven ciertos problemas con una persona a lo largo del tiempo, retomando donde lo dejó en cada sesión anterior. Con el TID, si no sé con quién estoy hablando, puedo comenzar a trabajar en un tema en una sesión y luego tratar de retomarlo en la sesión siguiente, para encontrarme una mirada en blanco mirándome fijamente porque no tienen idea de lo que estoy hablando. Sería como pasar una sesión una semana con una persona y luego, la semana siguiente, continuar donde la dejé con su compañero de piso, o la persona del otro lado de la calle. Sin nombres, permites una discontinuidad en la relación que impide navegar por el sistema de forma significativa o efectiva.((Haynes, Jeni; Blair-West, George. The Girl in the Green Dress (pp. 337-338). Hachette Australia. Edición de Kindle.))